viernes, 9 de enero de 2015

Una idea interesante

     Pensemos a la mente, como una especie de muro. El mismo tiene aberturas, que la mayor parte del tiempo, están cerradas con sus respectivas puertas. Cuando una puerta se abre, la energía que esta en el universo, tiene acceso a nuestra alma a través de ella. La puerta se abre, la barrera cede, el limite se rompe. Ese muro es una especie de casco anatómico que siempre llevamos puesto. Esta recostado sobre nuestra cabeza. Protege, ni mas ni menos, a nuestro cerebro, colchón de la consciencia. Cuando una barrera cede, la energía que esta alrededor, que siempre esta en movimiento, encuentra un lugar con espacio. Como cuando dejamos salir el agua a través de un colador. Esa compuerta que se abrió y dejo pasar a la energía, tiene una tendencia. No todas las puertas son iguales, porque permiten el ingreso de energía a determinadas partes del cerebro. Este es todo diferente, no hay partes iguales que hagan las mismas cosas. Por eso, cada parte del cerebro esta ligada a un concepto en particular. Entonces, si se abre la compuerta 27, por ejemplo, que esta protegiendo una parte del cerebro que esta ligada mas al arte, toda la energía que ingrese sera interpretada o, mejor dicho, filtrada, dejando pasar solo el conocimiento que hay en ella, relativo a esa área artística. Entonces, nuestra experiencia con el entorno se vera íntimamente inclinada hacia lo artístico. Veremos el movimiento, los colores y los panoramas como nunca antes habíamos visto. Allí el cerebro esta recibiendo todo ese conocimiento que yace en la energía, que alguno supo llamar Consciencia Colectiva. No es mas que las experiencias de todo aquel que alguno vez vivió, en relación a ese determinado aspecto. Por lo que podríamos decir que al abrir la compuerta artística, estaríamos dejando entrar la misma energía que alguna vez baño a Leonardo Da Vinci, Picasso, Van Gogh y tantos otros. Una vez aceptado este concepto, la mirada de las cosas cambia, porque todo se convierte en una potencial experiencia de cambio, aunque sin la posibilidad voluntaria de abrir esas compuertas a gusto.





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