
... El anciano a mi lado me observaba. Uno en cada extremo de aquel banco de plaza. Sus ojos analizaban mis movimientos, que expresaban fastidio y enojo. De pronto el viejo se rió, y ahí fui yo quien lo miró. De mi boca salieron palabras: ¿Se ríe de mí? A lo que dijo: Si, de vos. Quedé sorprendido ante su respuesta, mientras el viejo volvió a reír. ¿Qué le pasa? Pregunté, y el anciano me contestó: “Pibe, uno no es lo que muestra. Uno no es lo que usa, ni lo que tiene. Esas son cosas pasajeras. Lo que trasciende es la vida, el alma, el espíritu, o como quieras llamarlo. Eso perdura por siempre. Todo alrededor es vida. Todo es un milagro. Desde ese árbol, hasta los mosquitos que viven de tu sangre. Es un ciclo en equilibrio, ahí nomás, para ser disfrutado a diario. Es que hay tantas distracciones, tanto aturdimiento… que te entiendo, pibe, ¿Sabés? Yo era como vos. Pensaba tenerlo todo. Auto, minas, departamento. Pero la vida te lleva por caminos. Caminos que hay que recorrer. No se los puede esquivar, sino después volvés a ese camino, y te encontrás una autopista. Entonces donde antes pudiste andar caminando, ahora necesitas ir rápido, y solo te da una bicicleta. Como si te dijera: Jodete, por no haberlo hecho antes. Pero es así, ¿Viste? Es turra, mala o dura… o quizás, es sabia. Pero eso depende de como lo veas vos. Yo solo te digo, hacé lo que sientas, y se fiel a vos mismo. Esa es la verdad. Y nunca le escapes al camino. Así que si ahora tenés un problema, estas triste, o no sabes que hacer, no te preocupes: a todos nos pasó, y zafamos. Yo estuve en una guerra, pibe, ¿Podes creer? Y en el momento en que las balas me rozaban la cabeza y veía caer a mis amigos, me decía: Listo, esta no la cuento. Pero no, pibe, acá me tenés. Mejor que nunca. Y yo no sé si lo que te digo te va a servir de algo, pero escúchame pibe, si una de esas balas me pegaba en el balero, no la contaba, y este momento no se daba. ¿De que depende entonces que las cosas pasen o no? ¿Qué hace que la gente se conozca o sea nadie en la vida de uno? La respuesta es simple, pibe: esos pocos centímetros de desvío de la bala del otro. Y así es con todo. Entonces, cuando te das cuenta de eso, decís: ¡La puta! Mi vida es un milagro. Tu vida es un milagro, pibe. El amor, la amistad, todo es un milagro. Si querés verlo de otra manera, un regalo. El amor es un regalo de la vida. Es el regalo que a mí me dio desviando las balas. Fijate entonces, pibe, si lo que a vos te pasa es un problema, o si quizás, en una de esas, son las balas pasando por al lado. “